viernes, 5 de febrero de 2010

CIUDADES PARA VIVIR

Hay ciudades para visitar y ciudades para vivir. Con esta frase comenzaba un escritor mexicano, no recuerdo si se trataba de Fadanelli, una reflexión sobre el día a día en el D.F. Fuese o no él quien lo dijera, hoy al volver a leer ¿Te veré en el desayuno? me ha dado por pensar en esta cuestión y creo que tiene mucho de cierto. Porque, en realidad, ¿qué hace que una ciudad sea habitable? ¿Sus monumentos? ¿Quizás su organización? Eso posiblemente determine la afluencia de turistas o su aparición en las revistas de viajes. Pero, en el fondo, lo que nos ata a un lugar de manera voluntaria son otros aspectos mucho más sutiles. Aquellas pequeñas cosas, como dijo otro grande.

Son las callejuelas que recorremos cada día, la gente, los olores de pequeños restaurantes con encanto, la música a media noche que nos permite retenerla en la memoria y llevarla con nosotros, los colores y las oportunidades, aunque terminen siendo más sueños que realidad.

Las ciudades para vivir son aquellas que nos hacen sentirnos de allí desde el momento en que ponemos un pie en tierra y las que echamos de menos cuando nos alejamos. Son las que nos brindan la posibilidad de hacer planes a corto plazo. Las que nos permiten soñar y ser libres. Yo ahora me encuentro en una de estas ciudades.